Martín García Corrales, un colaborador clave del Cártel de Sinaloa, fue hallado muerto en Elota, Sinaloa. A pesar de una recompensa de 4 millones de dólares por su captura, su vida criminal, ligada al tráfico de fentanilo y armas, terminó abruptamente

Cd. de México.

En las entrañas del desierto sinaloense, donde la sombra del Cártel de Sinaloa se alarga al caer la tarde, se tejía una historia que mezclaba la traición, la ambición y el inevitable destino de aquellos que se aventuran en el oscuro mundo del narcotráfico. Martín García Corrales, un hombre que alguna vez fue conocido bajo los alias de ‘Tano’ y ‘Cachuchas’, había recorrido un camino peligroso, uno que lo llevaría a convertirse en uno de los hombres más buscados por la justicia estadounidense.

La recompensa por su captura era de cuatro millones de dólares, una cifra que brillaba tanto como los billetes manchados de sangre que habían pasado por sus manos. Desde abril de 2023, el Departamento de Estado de Estados Unidos había ofrecido esta cantidad por cualquier información que llevara a su captura. Pero Martín, con su astucia forjada en el corazón del Cártel de Sinaloa, había logrado esquivar la ley durante años, hasta que la suerte decidió abandonarlo.

La DEA lo había marcado como un hombre clave en las operaciones del cártel, un confidente cercano de Ismael ‘El Mayo’ Zambada y, en tiempos pasados, de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán. Se decía que Martín era el encargado de supervisar el tráfico de fentanilo, esa droga mortal que cruzaba la frontera hacia el norte, y de garantizar la seguridad del imperio criminal que había jurado proteger.

Pero la caída de Martín García Corrales comenzó en un restaurante de Mazatlán, en noviembre de 2022, cuando aceptó un trato que sellaría su destino. En esa reunión, prometió intercambiar cargamentos de fentanilo por cientos de fusiles automáticos, granadas y otras armas, el arsenal que sostenía la guerra del narcotráfico. Fue una de las muchas transacciones que lo acercaron cada vez más al abismo.

El 17 de agosto, la violencia que había cultivado durante tanto tiempo lo alcanzó finalmente. En una carretera solitaria que conectaba Elota con Cosalá, su cuerpo fue hallado junto al de otros dos hombres. Maniatados, con los ojos cubiertos por cinta adhesiva y signos evidentes de tortura, la brutalidad de su final fue un reflejo del mundo en el que había vivido.

Aunque la identificación oficial de los cuerpos aún estaba pendiente, el rumor en Sinaloa era claro: Martín García Corrales, el hombre por quien se ofrecían millones, había encontrado su fin en el mismo desierto que una vez lo había protegido. Y así, la historia de ‘Tano’, el sicario y narcotraficante, terminó en el silencio de la noche, dejando tras de sí una estela de muerte y desesperanza.